domingo, 29 de diciembre de 2013

No vamos a reproducir el texto de la ley sancionada y ya entrada en vigencia sobre los “conductores borrachos”. Tampoco vamos a derramar elogios a favor de la misma por su ”dureza”.

Sin pretensiones prolijas, sencillamente destacaré unas tres ideas o aspectos en torno a aquella:

1. La esencia que la define es al tiempo su gran limitación.

Ningún esfuerzo demanda el precisar, a la luz de su texto, que lo que la caracteriza, y diferencia de su antecesora, es la intención de puntualizar los eventos que cobija ésta, y explicitar las correspondientes sanciones, con una nota relevante: Endurecer las penas. No dar lugar a contemporizar con los infractores. En términos punitivos, cero tolerancia con quienes no hagan observancia a la letra de la ley.

A primera vista, tal propósito llena los ojos. “Al fin…” Más sucede que ese componente no sólo no basta sino que con ello se elude el factor fundamental: la transformación cultural de los sujetos sociales. Lo educacional. Lo primero es lo más visual y barato. Lo segundo lo más caro y de larga duración.

2. La sociedad y sus instituciones son no lo que digan éstas de sí.

Son lo que expresan sus relaciones y prácticas. Y por lo que hacen sus propias instituciones y ciudadanos, predominantemente, el mensaje que se envía, asevera reiteradamente que se trata de una sociedad en edad infantil. De otro modo, estamos lejos de pensar y actuar por cuenta propia, asumiendo las responsabilidades a que da lugar el auto-considerarse sujetos en edad de razón, mayoría de edad.

Y tal condición se realiza cuando lo que hacemos y dejamos de hacer, tiene como referencia el bien de los demás y el propio, es decir, la sociedad, sus ciudadanos (hombres libres), actúan no por temor al castigo; tampoco por un ego que se satisface inmediatistamente al no poder tomar distancia de su propio ombligo y por tanto al no poder contemplar al otro.

Y esto es en últimas lo que está en juego para el caso que nos ocupa, y otros de similar factura, el respeto de las señales de tránsito (semáforos), una sola vía, no adelantar, la velocidad lícita, etc.

El pluralismo y respeto de las diferencias, no a la discriminación por razones de orientación sexual, color de la piel, estatus social y económico, credo religioso y opciones ideo-políticas, etc., son aspectos claves de otros asuntos fundamentales, que no se resuelven ni a través del autoritarismo, ni a través del exceso normativos.

La sanción social (de los ciudadanos y la comunidad), es poderoso mecanismo -tipo defensa del organismo social con base en sus anticuerpos o sistema inmunológico-, como construcción social, histórica frente a las trasgresiones a la convivencia y al bien común. Y esto es un imposible sin el componente educacional.

Lo dicho bien pudiéramos extenderlo al agobiante flagelo de la corrupción, entre otros, con las precisiones y pertinencias que la cuestión nos demande en virtud a su compleja especificidad.


Ramiro del Cristo Medina Pérez


Santiago de Tolú, diciembre 24 - 2013

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